viernes, 14 de mayo de 2010

LA IMAGEN COMO SEMEJANZA

"¿Qué cosa entendemos por imagen?" se interrogaban los teóricos del siglo XVI. La pregunta no era nueva, y respondía a una constante que desde el Medioevo había tenido muchas respuestas. Ahora, en pleno Renacimiento, se trataba de ofrecer nueva luz sobre este asunto. Esta vez partiendo de un legado del saber clásico que aspiraba a dar una respuesta suficientemente convincente que impulsase nuevas maneras y formas de representación visual.
Desde el ámbito de la Iglesia el problema de la imagen tenía para estos momentos una especial significación: de una parte, los gustos y los cánones estéticos se encontraban en plena renovación, gracias a una subjetivización de lo sagrado que rompía definitivamente con la tradición tardo medieval; y, de otra parte, la reacción protestante había desencadenado un proceso de enjuiciamiento de la imagen como elementos de expresión de la devoción cristina: el Concilio de Trento promulgo el decreto: "De invocatione, veneratione et reliquiis sanctorum et desacris imaginibus", que marco las pautas durante siglos sobre el tipo de imágenes religiosas a realizar y su veneración por los católicos.
En respuesta este último aspecto nos encontramos con algunos argumentos a favor del uso de la imagen, así como sobre lo que es su conceptualización. Uno de los varios tratados post-tridentino que ha llamado nuestra atención por su importancia, lo constituye el realizado por el erudito arzobispo de Bolonia, Gabriele Paleotti a finales del siglo XVI. En la obra de Paleotti, que quedaría inconclusa, se plantean interesantes interrogantes acerca de la definición de imagen. "Laonde decía –afirma Paleotti- que por imagen podemos entender cualquier figura material producto del arte llamado el disegno y deducida de una otra forma por semejanza" (Paleotti, 1582: 132).¿Es pues, la imagen una semejanza? Si es así: ¿una semejanza de qué tipo? Paleotti responde situando su argumento en el campo de la producción física del objeto; es decir: en la realización de la imagen en base a figuras y formas como elementos característicos de lo que se dio en llamar el disegno. Circunstancias éstas que le permite al arzobispo realizar una contraposición y diferenciación entre imágenes producto del diseño, e imágenes que tan sólo son “vestigio de la naturaleza”: "Y decimos antes "figura" que "vestigio", porque éste significa propiamente la impresión del pie y aquel signo que al andar se deja en el polvo o en el terreno mojado, si bien se extiende después por cierta similitud con otra cosa (...) mostrando así el signo y el efecto de una otra cosa que su verdadera figura: si como, vestigio viso” (Paleotti, 1582: 132)
La posición de Paleotti se debate entre la fidelidad a la cosa y la fidelidad al estilo. Es decir, la semejanza, recurso teórico y retórico de una estética basada en la idea de la pintura como reflejo del objeto, se convierte en el argumento supremo que acompañan a los tratados del momento. “La semejanza – reafirma el arzobispo- constituye, el servicio y fin de la imagen" (Paleotti, G: 134). Pero ello es tan sólo posible desde la instrumentalidad material del concepto de disegno; desde la aceptación de la imagen como resultado del accionar material del dibujo, el grabado, o la pintura. En definitiva, de la acción del arte para construir un nuevo objeto partiendo del planteamiento de una idea: “Para la otra cosa (el objeto que se quiere representar) principalmente se necesita que sea expresada de una otra especie y que con similitud (semejanza) represente a aquella". (Paleotti, 1582: 135). Así, por medio del disegno se alcanzan los cauces adecuados para que la representación de una cosa: "sólo con una línea, o con un color, o con más, o con escalpelo, o con cualquier otro instrumento, o de relieve, o en plano, o cualquier material que se quiera, en oro, plata, mármol, madera, tierra, estuco, y con cosas semejantes"(Paleotti, 1582: 134).
Ahora bien, existe otra faceta primordial de la imagen producto del diseño que era reconocida desde antiguo y ahora el Renacimiento retoma como lineamiento de su teoría de la semejanza. Volviendo sobre las palabras de nuestro arzobispo, las imágenes fueron reconocidas como anteriores a la aparición de la palabra escrita y así lo testifican los testimonios de filósofos y padres de la Iglesia aportando incuestionables argumentos de autoridad:"los pueblos primitivos –afirma Paleotti- se expresaban a través de los rasgos materiales de las pinturas antes que los complicados caracteres de la escritura".(Paleotti, 1582: 145-146).Estas representaciones, eran reconocidas como "libros mudos" o "escritura popular":"porque si dos cosas significan una otra, aquella que inmediatamente significa es primera de aquella que mediatamente la muestra".(Paleotti, 1582: 145).
Este segundo argumento, que llega en auxilio del anterior en un momento que el protestantismo aboga por la supremacía de la palabra frente al uso de la imagen como muestra de la verdad revelada, incide sobre el argumento de la pérdida de valor de inmediatez que ha sufrido la palabra en el seno de la Europa renacentista. Según Paleotti, las imágenes, al contrario que las palabras han visto revalorado su papel de trasmisoras de conocimiento: de instrumentos para la comunicación humana. Las imágenes no necesita de signos que sirvan de "enlace" en la relación a nombrar-presentar, ella mismas son la "cosa". Las figuras, son “reflejo” de esa semejanza posible desde la acción del disegno. Representan el objeto tal y como este se presenta a nuestro entendimiento: “directamente a nuestros conceptos sin mediar otra cosa, mientras las letras significan solamente las voces, las cuales son sólo signos de conceptos anteriores" (Paleotti, 1582: 144). A finales del siglo XVI, la escritura se concebía, tal y como ha afirmado Foucault, como una "naturaleza fragmentada" (1991: 43). Una naturaleza que ha perdido su primera transparencia, pero que no por ello ha quedado separada definitivamente del mundo.
No obstante su apoyo a la imagen, Paleotti reconoce que la imagen ha sufrido una cierta dependencia de la palabra, de las “cosas narradas antes que diseñadas”: "los artificios de las imágenes han recogido e imitado y presentado aquello que en los libros se ha encontrado, en parte porque han estado en los libros muchas cosas que hasta ahora no se habían podido expresar con el pincel, no estando el disegno acto para representar esas cosas".(Paleotti, 1582: 146).Pero, a su vez, mantiene que ambas, palabras e imágenes, persiguen un mismo fin; un fin propuesto desde una retórica persuasiva:”Así como cualquier libro ordinariamente tiene por fin hacer capaz aquel que lee de persuadirlo de cualquier cosa, así puede decirse de la pintura con el mismo fin para aquel que la mira” (Paleotti, 1582: 146).
En definitiva, las imágenes, al igual que el excelso arte de la poesía o la oratoria comparten estos principios que se especifican en "divertir, enseñar y conmover"; elementos citados por Paleotti como parte de la oratoria siguiendo los postulados establecidos por Santo Tomas. Sum. theol.,II-II,q. 177,a. I, ad I.Tres acciones que la imagen, en su inmediatez, es capaz de canalizar: “en todos los sujetos su grandeza, comunicándola a todas las materias, a todos los lugares y a todas las personas, casi imitando con ello la divina naturaleza y excelencia"(Paleotti, 1582: 146). Para el arzobispo, como para la mayoría de los tratadistas del clasicismo renacentista, la persuasión es el fin último en el cometido de las imágenes como vía de acceso y transmisión del conocimiento. Persuasión, por otra parte, que comparte con la palabra; pero distinta en su implementación y en su eficacia. Una persuasión que también abarcará al ámbito de las obras impresas del naturalismo científico del momento, y que ya no desaparecerá a lo largo del desarrollo moderno del diseño científico.

Bibliografía Citada

Foucault, Michel. (2002). Las palabras y las cosas. México, siglo XXI.

Paleotti, Gabriele, (1582). Discorso intorno alle imagine sacre e profane, Bologne, , traducción al latín, Ingolstadt, 1592.