viernes, 9 de abril de 2010

EN RELACIÓN CON EL CONCEPTO DE CULTURA Y SU INSERCIÓN EN EL CONTEXTO DE LA SOCIEDADES GLOBALIZADAS

I
La cultura es un concepto y no una realidad. Es una idea desarrollada en los dos últimos dos siglos y vinculada a nociones de solidaridad política, y sobre todo a la idea de Estado Nación. Tradicionalmente ha habido dos formas de entender este concepto. La más consolidada, sin duda, plantea el concepto de cultura como algo heredado del pasado que debe ser conservado como algo que esta limitado y que en la medida, debe permanecer así.
La segunda concepción propone vislumbra la cultura como una fuerza creativa que permite hacer frente al cambio y asumirlo. Lo que permitiría consolidar la solidaridad social dentro de los grupos. Sin embargo, en este planteamiento el sentimiento de unidad se basa en visiones comunes respecto al futuro, sustentándose en el pasado y en el presente para alcanzar los objetivos pretendidos.
No obstante, lo que ha caracterizado al concepto de cultura en su devenir histórico es su diversidad y su transformación en el tiempo. Sin duda, una manera más pragmática de avanzar sobre ello es preguntarse a qué problemas concretos solemos referirnos a un hecho cultural. Robert Borotsky, antropólogo de la Universidad de Hawai, nos propone el siguiente planteamiento al respecto. En primer lugar, existe a nivel planetario una preocupación por la perdida de identidad cultural y de los valores culturales, preocupación que según Borotsky, afecta tanto a los países ricos como a los pobres.
En segundo lugar, la cultura se ha relacionado con el desarrollo económico, de una manera que se contrapone al mercado, al marcar prioridades que son ajenas a éste.
En tercer lugar, la cultura esta asimilada a lo étnico y al debate abierto en torno a esta cuestión en las sociedades actuales. En especial, en aquellas que las naciones están compuestas por etnias muy diferenciadas que “conviven” bajo una estructura nacional organizada, pero que mantienen fuertes tensiones sociales y culturales. En esos casos la cultura se convierte en un modo de justificar la violencia étnica en harás de mantener una unidad nacional constituida en leyes igualitarias que no satisfacen a ninguna de las partes, o suponen de hecho la supremacía de una parte sobre la otra.
La cultura tiene su desarrollo histórico de manos del nacionalismo. Una especie de fuerza homogeneizadora y unificadora que servía de apoyo al Estado:

"Los estados-nación suelen necesitar algo más que afirmaciones positivas para crear sus comunidades culturales. Necesitan enemigos, contra los cuales movilizarse continuamente, para ocultar ambigüedades, diversidades, divergencias y conflictos entre sus miembros. En definitiva, alguien o algo contra lo que luchar. Movilizar a la gente contra "los otros" es una manera muy cómoda de legitimar el poder político y atraerse partidarios". (Borotsky, http://www.crim.unam.mx/cultura/informe/cap3.htm)


El racionalismo ilustrado que impulso la idea de las Naciones Estado, también forjo unos valores universales en relación con la política, la moral, el progreso y la cultura. De esta manera, las naciones estado que fueron apareciendo durante el siglo XIX y posteriormente en el siglo XX tras el desmonte del colonialismo europeo en África y Asia, fueron naciones que se edificaron bajo este prisma universalista ilustrado, sin detenerse a contemplar si este referente era el adecuado en relación con sus sustratos sociales y étnicos. Las fronteras nacionales se montaron en función de un pasado colonial como referente y no con otras tradiciones anteriores que el mismo proyecto ilustrado, como proyecto civilizador, consideraba como superadas o signos atávicos de la barbarie que la ilustración había “ayudado” a superar.
Por otra parte, no existen culturas estanco, ni culturas cerradas; sino culturas relativamente abiertas y culturas relativamente cerradas:

"En este sentido, debe distinguirse entre las comunidades relativamente abiertas y las relativamente cerradas. Las primeras adoptan la dinámica cultural fluida e interrelacionada antes analizada, mientras que las segundas tienden a ocultarla, por no decir a negarla. En el esquema de la primera opción, un contorno un poco ambiguo en comunidades relativamente cerradas, tiende a convertirse en límite, el límite en frontera y ésta en barrera. Es obvio que existen límites en la medida en que estos grupos "cerrados" pueden ser excluyentes y exclusivos. (En última instancia, sólo pueden regular, no prohibir completamente, las influencias externas. Tampoco les es posible evitar los cambios). En cualquier caso, las mentalidades y las identidades de las personas "se desmarcan" gradualmente de las del resto del mundo". (Borotsky, http://www.crim.unam.mx/cultura/informe/cap3.htm)

El propio concepto de cultura implica dinamismo y también permeabilidad y apertura de nuevas influencias. En ese sentido, cuando hablamos de una determinada cultura debemos tener presente el momento histórico que esa cultura vive y que ha vivido, así como otro tipo de circunstancias en relación con su definición de originalidad. El purismo cultural es de carácter peligroso, cualquier intento en ese sentido nos lleva a los totalitarismo e integrismos, y si estos se disponen a avanzar entonces estaremos ante situaciones como la de la Alemania de Hitler, o si se quiere un referente americano, el caso de Rosas en la Argentina tras la eliminación de indígenas o el de Chile con los Araucanos en el siglo XIX, todas estas “matanzas” impulsadas por el ideal de Sarmiento y el advenimiento en las elites de gobierno político, elites criollas, de la idea de la imposibilidad de recuperar al “salvaje” para el proyecto civilizador del Estado: lo mismo ocurre en los Estados Unidos y su expansión hacia el oeste o en México con su expansión hacia el norte.
Esta circunstancia es interesante tenerla presente a la hora de analizar la cultura de un país que ha sido desarrollado como tal en función de un proceso colonial: ¿Hasta que punto esta situación se puede establecer como cultura propia? En este sentido, es muy interesante comprobar como por ejemplo el criollismo americano, especialmente el mexicano, desarrollo su conciencia de grupo y de cultura en función del desarrollo de una identidad nacional en base a la reconstrucción: primero, de un pasado indígena que culturalmente y racialmente le era ajeno; y segundo, de la apropiación de ese pasado en función de una legitimidad que ellos mismos se otorgaban por considerarse herederos de un proceso de conquista y colonización. Así, al igual que ocurrió en México, las elites criollas de cualquier nación-estado en construcción en la América Latina durante el siglo XIX, buscó su independencia en función de una diferenciación cultural con el colonizador. La construcción de este hecho diferenciador fue el factor por excelencia que aglutino tras de si la idea de nación independiente. La cultura puede ser, por tanto, no un sistema de integridad, sino un sistema de diferenciación.

II
Tras la segunda guerra mundial, el holocausto nazi y el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, se acentuó la crisis del proyecto moderno. La humanidad se replanteo entonces sus premisas y topois heredados de la Ilustración que se habían desplegado y desarrollado gracias al propio despliegue mundial del mundo occidental. La Ciencia, como soporte y garante de dicho proyecto moderno, comenzó a ser cuestionada, abriéndose un intenso debate intelectual que ha llegado hasta nuestros días. La solidez de las verdades de la Ciencia, totalizadoras y universales, pregonando un desarrollo sin fin hacia una humanidad más feliz, se han convertido en “verdades insatisfechas”. Hoy, somos conscientes – incluso para los sectores y comunidades científicas más reacias a la crítica- que el “mundo feliz” sobre el que se asentó el concepto universalista de la ciencia occidental, es una realidad incumplida; y, lo más terrible: que no se puede cumplir.
La era de los grandes proyectos, los metarrelatos de los que hablase Adorno (Adorno, Theodor. 1974. Tres estudios sobre Hegel. Madrid: Taurus), impulsados por la racionalidad ilustrada, ha tocado a su fin. En su lugar, se ha inaugurado un periodo inestable, marcado por la crisis de los grandes pilares modernos y determinado por el advenimiento de nuevos campos referenciales y conceptuales.
En este nuevo escenario, destaca la presencia de elementos culturales alternativos a las propias herencias tradicionales del pensamiento occidental, que compiten con los mensajes y planteamientos de la cultura occidental. Como afirma Clifford Geertz:

"Parece estar emergiendo entre los pueblos del mundo un modelo de relaciones mucho más pluralista, si bien su forma sigue siendo vaga e irregular, imperfecta y amenazadoramente indeterminada". (GEERTZ, C (2002). Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos. Barcelona: Paidos., celona., p. 212.

En el mundo actual, se manifiesta una fuerte oposición a la implantación de un pensamiento único y totalitario. En los sectores más progresistas de la sociedad civil se abre paso la idea de un mundo afianzado en valores plurales y en la diversidad como normas de convivencia. Como ha señalado Wolfgang Welsh, estamos asistiendo a “la simultaneidad de lo no simultaneo” (WELSCH, W. (1993). Unsere postmoderne Moderne. Berlin : Akademie Verlag. Vierte Auflage). Frente a una idea de modernidad enriquecedora, llena de posibilidades, se presenta una imagen de una modernidad “vieja y decrepita” que impide el pleno desarrollo de los valores humanos.
Es precisamente en este contexto de crisis, donde el viejo concepto de cultura adquiere una nueva dimensión y una nueva identidad. Aunque, esta nueva identidad debemos suscribirla al despliegue del fenómeno de la globalización. Así, la cultura esta siendo asimilada al factor globalización, determinado por un nuevo marco de convivencia: la sociedad global.

La cultura global se le ha considerado un opuesto a la cultura local. Según García Canclini esta circunstancia habría que puntualizarla. GARCÍA CANCLINI, N. “La globalización:¿productoras de culturas hibridas?”, en: http://www.hist.puc.cl/historia/iaspm/pdf/Garciacanclini.pdf ) Para él, no habría antagonismo entre ambas culturas. Lo que habría es una “constante globalización” en la que lo local queda insertado en un contexto globalizado, por ejemplo: la oferta por televisión por cable en la que quedan englobadas tanto las televisoras internacionales como las nacionales; el caso de la música ranchera que se graba en los Ángeles y se distribuye tanto en México como los Estados Unidos, siendo éstos quien realmente están manteniendo su posibilidad comercial; etc.
Lo que quiere decir, que grandes empresas incluidas las culturales, se asientan en los países y controlan los mercados desde muy diversos centros a la vez, mediante redes más que ocupando territorios. En este proceso más que sustituir las culturas nacionales por la de los países imperiales, se producen complejos intercambios e hibridaciones (desiguales y asimétricas) entre unas y otras.
Toda esta situación hace que la globalización no sólo trate de homogeneizar e integrar culturas sino que las estratifica, las segrega y las excluye.
En este sentido es interesante puntualizar que la globalización no es lo mismo que la internacionalización y la transnacionalización. La primera, según el investigador argentino, designa la ampliación geográfica de la actividad económica más allá de las fronteras nacionales. En América latina este proceso se viene produciendo desde el siglo XVI.
Mientras que la transnacionalización etapa iniciada en la primera mitad del XX, se caracterizó por una dependencia de gran parte de la economía mundial de empresas transnacionales o multinacionales, cada una con actividades productivas en varios países. Sus actividades desbordaron las leyes de los estados y sus presupuestos alcanzaron una enorme magnitud.
De manera que, según García Canclini, la globalización sería la culminación de ambos procesos. Sin embargo manifestando rasgos nuevos como son:
a) El desarrollo de un mercado financiero mundial en función del desarrollo de la tecnología satelital y de las comunicaciones, en el que la producción se desmaterializa. De manera que lo que se venden y negocian son títulos de empresas, divisas, deudas de países, etc.
b) La globalización esta acompañada de una sociedad de consumo a gran escala que genera una “cultura del consumo” que tiene tendencia a homogeneizar dicho consumo, así como los estilos de vida y la información. Situación esta que comparte con: un imaginario multilocal constituido por los ídolos del cine de Hollywoo y la música pop; los héroes deportivos; los diseños de ropa; etc.
c) A través de estos procesos anteriores se genera unas dependencias reciprocas, ya iniciada en la fase de la internacionalización de la transnacionalización.
d) El consumo internacional y la circulación de productos a escala mundial hace obsoletas las leyes protectoras locales de todo índole, incluidas las culturales. De manera que este proceso acentúa la competitividad entre las sociedades y obliga a reducir costos en cada lugar para poder participar en el mercado mundializado
e) La perdida de empleos en algunos países y la generación de oportunidades en otros favorece la aparición de enormes flujos migratorios de carácter incluso continental. Lo que supo de hecho un proceso de interconexión cultural entre receptores y emigrantes.



III
La cultura es un concepto, una construcción de carácter intelectual que ha estado en continuo proceso de construcción y revisión histórica. En los últimos cincuenta años del siglo Veinte este proceso se ha acelerado en sus contenidos, dando lugar a una ampliación de sus referentes. En este sentido, ya no cave pensar restringidamente sobre él, tal y como se planteaba en el siglo XIX o en las primeras décadas del XX. Hoy en día, por ejemplo y por tomar una definición muy reciente y consensuada a nivel mundial por la UNESCO, cultura se define, ante todo, como una “forma de convivencia”; una manera de vivir juntos, compartiendo experiencias. Como señala Robert Borotsky en ese informe de la UNESCO sobre la Cultura:
Aunque se habla de cultura como algo "auténtico", algo que existe "en la realidad", se trata, de hecho, de una construcción intelectual utilizada para describir (y explicar) un complejo conglomerado de comportamientos, ideas, emociones y obras humanas. Durante decenios, los estudiosos han defendido esta concepción. Por ejemplo, el antropólogo Lowie afirmó en 1937 que "invariablemente, la cultura es una unidad artificial segregada por razones de conveniencia" (1937, pág. 235). Kroeber realizó una aseveración similar en 1945 ( Kroeber, 1945, pág. 90). Más recientemente, un antropólogo tan generalmente reconocido como Geertz señaló:


"Describir una cultura (...) no consiste en clasificar un tipo de objeto peculiar (...). Es intentar lograr que alguien, en alguna parte, vea las cosas del mismo modo que tú has llegado a verlas por la influencia de viajes, libros, testimonios y conversaciones" (BOROFSKY, R. (1999) “Posibilidades culturales”, en UNESCO, (1995). Informe mundial sobre la cultura. Madrid: UNESCO/CINDOC, Acento editorial. 1995, pp, 61 y 62).

Sin ir más lejos, el propio concepto de Ciencia tampoco se concibe hoy sino como una actividad cultural. Si bien esa “cultura científica” comporta algunas diferencias con respecto a otras manifestaciones culturales; también comparte con ellas, rituales y ceremoniales que responden a un marco de convivencia global. Hoy sabemos que la Ciencia y su ethos responden a planteamientos que están inmersos en el mismo juego ideológico, histórico y social que el resto de las manifestaciones culturales. Los estudios históricos sobre la Ciencia han demostrado como esta actividad comparte con otras actividades del conocimiento rasgos comunes que más que separarla o aislar socialmente, la ubican dentro de un juego de referentes simbólicos compartidos por un grupo o una comunidad. En este sentido, la globalización ha ampliado el juego de los discursos científicos. Y como en el caso de las otras actividades humanas, la Ciencia - incluida la experimenta- vive hoy en día un proceso acentuado de cambio de paradigma que, en algunos casos, no es percibido del todo; y, en otros, provoca una reacción conservadora de los paradigmas impuestos, temerosos de perder sus estatus de privilegio social.

IV

Otro aspecto que la globalización ha venido a trastocar en el proceso de su despliegue, ha sido la cuestión nacional y de la identidad: la globalización tiende a trascender y en momentos a suplantar las llamadas “identidades nacionales”. Con el desarrollo de las nuevas tecnologías, de las comunicaciones, el mercado mundial se ha globalizado. El advenimiento de un escenario transnacional en el que se dirima y especifique “lo nacional”, parece ser la finalidad del proyecto neoliberal capitalista en su época mas triunfante. Los países “puros” han desaparecido del horizonte político internacional. Los mismos conceptos de: país, nación, estado, sociedad nacional, pueblo, etc, están cambiando. Encerrando en esa transformación lo que Geertz ha definido como “molesta ambigüedad”. GEERTZ, C. (2002). Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos. Barcelona: Paidos)
Las grandes organizaciones continentales, los acuerdos trasnacionales (acuerdos por otra parte netamente comerciales), la división del mundo ya no es concebida como una comunidad de naciones, sino como una comunidad formada por bloques comerciales que desembocarían en nuevas entidades políticas unidas y reafirmadas por estrategias comunes en lo comercial y en sus valores culturales: Entendiendo la cultura básicamente como una “forma de convivencia”: un vivir juntos compartiendo experiencias.
El proyecto del capitalismo neoliberal se ha extendido en todo el mundo a una velocidad y libertad inusitada. Lo que parecería implicar una prevalencia definitiva sobre los modos de producción pre-capitalista que todavía pudiesen existir y sobre cualquier modo modelo de economía que se quisiese impulsar. En ese sentido, ya no pareciese posible desarrollar una economía apartada del despliegue de las transnacionales que como industrias “sin patria”, pero si con dueño, se adentran en el tejido económico mundial. De tal manera que la globalización es un fenómeno caracterizado por el despliegue de la tecnología punta a nivel mundial: hoy los sistemas tecnológicos permiten que los productos financieros estén en todas partes en cuestión de instantes, mientras que la posibilidad de circulación de los ciudadanos, aunque también ha aumentado, no corren parejos con la velocidad de las financias; y los grandes flujos migratorios, producto de las crecientes desigualdades que se están estableciendo entre los países ricos y pobres, están siendo contundentemente controlados por las leyes de un mercado global al que sólo le interesa cubrir necesidades de producción.
Estas circunstancias, también ha traído consigo la expansión de los valores culturales de un lugar a otro; en especial, los valores urbanos se han convertido en referentes para millones de habitantes de las zonas rurales del mundo. Lo que esta propiciando una uniformidad en los modelos de comportamiento social y cultural que, sin duda, esta afectando a las llamadas identidades locales y nacionales. En este sentido, la visión de lo local tiende a desaparecer del diseño mundial del desarrollo económico; e, incluso, de muchos otros factores sociales y culturales. La idea de que el mercado funciona mejor que los estados nacionales es una verdad neoliberal que los grandes centros capitalistas están divulgando a escala planetaria. Una verdad que se presenta como única e insuperable.
No obstante, como se señala en el informe de la UNESCO sobre la cultura:


"Obviamente, lo mundial puro nunca ha existido. Tampoco existe hoy en día. La dimensión local ejerce su influencia y atracción sobre la gente y sobre las organizaciones creativas. En parte, la forma tangible de lo local es la nación-Estado. Las estrellas de cine más famosas, los hombres más poderosos, los turistas más viajeros, todos ellos poseen pasaportes nacionales. Hablamos comúnmente del espíritu de una nación, de cultura, arte o literatura nacionales. El poscolonialismo ha acentuado la búsqueda de una identidad nacional. Las nuevas naciones se ven obligadas a desarrollar su propia identidad; las viejas potencias que han visto desaparecer sus imperios coloniales deben replantearse su situación actual ¿Qué es, por ejemplo, la Gran Bretaña Negra? En parte, la forma de lo local es una determinada región o incluso un lugar más específico, pero en ocasiones lo local supera el concepto de espacio físico y se traduce en una geografía cultural, como por ejemplo en las formaciones panétnicas". (UNESCO (1998). Prefacio. Informe Mundial sobre la Cultura)

La UNESCO, en su afán de ofrecer una guía explicativa del fenómeno cultural globalizado, establece en el Prefacio de su Informe sobre la Cultura del año 1998, una defensa de la diferencia y la multiculturidad, como fundamentos para enfrentar este problema. Así afirma:

"Cuando hablamos de cultura- nos dice el director de la organización mundial- nos referimos a maneras de vivir como individuos y a maneras de vivir en comunidad. Una "cultura viva" es, casi por definición, aquella que interactúa con otras y donde las personas crean, mezclan, adaptan y reinventan significados con los que puedan identificarse. La UNESCO se siente obligada a preservar y proteger lo que su Constitución llama "la fecunda diversidad de las culturas".
¿Que oportunidades se ofrecen a las diversas culturas, en un mundo cada vez más interconectado, que experimenta cambios de una rapidez inaudita? A menudo se considera que la uniformidad es el resultado inevitable del proceso de globalización que está marcando, con tan fuerte acento, el fin de siglo. Pero, al mismo tiempo, se observa una tendencia a la fragmentación que nos separa a unos de otros. Es seguro, sin embargo, que no podemos permitir que se pierda ni una sola de las múltiples culturas del mundo y que su supervivencia dependa de que puedan coexistir de forma pacífica y creativa". (UNESCO (1998). Prefacio. Informe Mundial sobre la Cultura)


Más adelante reafirma:

"Cada cultura constituye una interpretación peculiar y única del mundo y una forma de relacionarse con él: con un mundo tan complejo que la única posibilidad de conocerlo reside en acercarse a él desde todas las perspectivas posibles. Nuestra tarea consiste en conseguir que cada persona pueda ejercitar libremente su propia cultura y, al tiempo, conozca y comprenda las demás. Ambas cosas exigen un respeto activo y positivo de las diferencias entre todas las culturas donde reine la tolerancia. Es una tarea que nos incumbe a todos, desde los individuos a los gobiernos y a los organismos internacionales". (UNESCO (1998). Prefacio. Informe Mundial sobre la Cultura)


Como se observar, la organización mundial recalca ese carácter diverso y plural de la cultura, destacando el hecho de que vivimos en un mundo pluricultural, y que, en aras de la convivencia y el desarrollo de la humanidad, la tarea encomendada es la defensa de esta pluralidad, el derecho de ejercicio de esas señas de identidad de parte de cada pueblo e individuo, comunidad o nación y su interrelación y conexión.
No obstante, las buenas intenciones de la UNESCO, la realidad nos plantea un cuadro más complejo y menos optimista. Hoy ya podemos constatar como la diversidad cultural esta amenazada por un discurso que de universalista ha pasado a totalizador. Un totalitarismo revestido de piel de cordero en el mundo libre del mercado capitalista. Una cultural de identidad uniformada por un pensamiento único que viene amparado en un extraordinario desarrollo tecnológico como base de su legitimidad social e histórica. De esta manera, la cultura no esta aislada de las leyes del mercado en un proceso que ya esta en marcha y que nos atañe a todos, estemos o no de acuerdo con el. Un proceso al que no podemos darle la espalda o mirar para otro lado encogiéndonos de hombros, mientras “otros” nos diseñan nuestros valores y referentes. Al contrario, necesitamos reflexionar sobre sus consecuencias. Debemos realizar una amplia tarea informativa sobre el fenómeno y debemos educar a nuestros jóvenes en la valoración crítica del mismo. Reflexionando sobre sus consecuencias; viendo como podemos incidir en el mismo; y combatiendo su carácter alienante y neocolonial. Construyendo alternativas viables en las que lo multicultural, lo pluricultural, la diversidad y la diferencia de valores quede resaltado y sean los fundamentos del presente y del futuro comportamiento humano.